miércoles, julio 25, 2012

CUENTO El TIempo y o Banal

EL VIOLINISTA DEL METRO
Un hombre se sentó en una estación del metro en Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.
Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música. Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha.
Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino.
Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.
En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.
Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín tasado en 3.5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 100 dólares.
Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?
En total, Bell almacenó en la funda de su Stradivarius 32 dólares y algo de calderilla. "No está mal", bromea, "casi 40 dólares la hora... podría vivir de esto. Y no tendría que pagarle a mi agente".
Una de las conclusiones de esta experiencia, podría ser la siguiente: Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?

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miércoles, julio 18, 2012

CUENTO de las RAICES



Tiempo atrás, tuve un vecino cuyo "hobby" era plantar árboles en el enorme terreno de su casa. Algunas veces observaba desde mi ventana el esfuerzo para plantar árboles y más árboles todos los días. Entretanto, lo que más me llamaba la atención era el hecho de que él jamás regaba los árboles nuevos que plantaba.
Noté después de un tiempo que sus árboles estaban demorando mucho en crecer. Cierto día, decidí acercarme a él y le pregunté si él no tenía recelo de que los árboles no crecieran, pues percibía que él nunca los regaba. Fue entonces cuando con un aire orgulloso, me describió su fantástica teoría. Me dijo que si regase sus plantas, las raíces se acomodarían a la superficie y quedarían siempre esperando por el agua más fácil venida de encima. Como él no las regaba, los árboles demorarían más en crecer, porque sus raíces tenderían a migrar para el fondo, en búsqueda del agua y de las variadas fuentes nutrientes encontradas en las capas más inferiores del suelo. Esa fue la charla que tuve con aquel vecino mío. Después me fui a vivir a otro país, y nunca más lo volví a ver.
Varios años más tarde, al retornar del exterior, fui a dar una mirada a mi antigua residencia. Al aproximarme, noté un bosque que antes no había. ¡Mi antiguo vecino había realizado su sueño! Lo curioso es que aquel era un día de un viento muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle estaban arqueados, como si no estuviesen resistiendo el rigor del invierno. Mientras tanto, al aproximarme a la casa del que había sido mi vecino, noté cómo sus árboles estaban sólidos, prácticamente no se movían, resistiendo implacablemente aquella ventolera.
Efecto curioso, pensé yo... Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, habiendo sido privados del agua, parecían haberlos beneficiado, como si hubiesen recibido el mejor de los tratamientos.
Todas las noches, antes de irme a acostar, doy siempre una mirada a mis hijos me inclino sobre sus camas y observo cómo han crecido. Frecuentemente oro por ellos. La mayoría de las veces, pido para que sus vidas sean fáciles. “Dios mío, libra a mis hijos de todas las dificultades y agresiones de este mundo”. He pensado que es hora de cambiar mis plegarias. Este cambio tiene que ver con el hecho de que es inevitable que los vientos helados y fuertes no alcancen a nuestros hijos. Sé que ellos encontrarán innumerables problemas, y ahora me doy cuenta de que mis oraciones para que las dificultades no ocurran, han sido demasiado ingenuas... pues siempre habrá una tempestad ocurriendo en algún lugar. Al contrario de lo que había hecho, ahora pediré que mis hijos crezcan con raíces profundas, de tal forma que puedan sacar energía de las mejores fuentes -de las más divinas- que se encuentran en los lugares más remotos.
Oramos demasiado para no tener dificultades, pero lo que necesitamos hacer es pedir para desarrollar raíces fuertes y profundas, de tal manera que, cuando las tempestades lleguen y los vientos helados soplen, resistamos con valor y no seamos dominados

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