Todavía era de noche cuando en un día donde los políticos se
jugaban mucho pero no de manera lúdica. Nosotros madrugamos y a las siete y
cuarto nos poníamos rumbo a Castro en el coche de Txema. Paulino Eguia de
copiloto y Jon Fano conmigo en la retaguardia.
La conversación es fluida y no hace falta provocar un tema,
por que salen con total naturalidad, así aun de noche les cuento la anécdota de
William Willet y el por que del cambio horario. http://jabiercalle.com/2011/11/07/%C2%BFpor-que-se-cambia-la-hora-en-invierno/
Aparcamos el coche junto a la plaza de toros de Castro
Urdiales y mochila a la espalda comenzamos el camino, que se muestra dócil y fácil,
donde apenas no hay apenas ascensos. Txema y Jon se están quedando atrás
hablado de la comida y entrevista que tuvimos la semana pasada con Antonia San
Juan. Paulino Eguia y yo seguimos caminando y hablando, pero con una oreja
pegada al fondo para ver la manera tan amena que tiene Jon contando las cosas.
Ahora le llama la atención una flecha con dos agujeros en la
pared y Jon Fano, siempre en pose reclama la instantánea…¡Clic! Ahí le tenéis.
El cielo esta precioso con esa luz que recibe en este amanecer y Jon que aun a
pesar de haber desayunado bien saca de la mochila unas aceitunas negras que el
mismo ha aliñado con mejunjes de todas las clases. Declinamos su invitación, ya
que a estas horas, no hay quien se zampe una oliva de estas. Txema cortes,
accede y seguimos caminando.
En un suspiro llegamos a un típico pueblo cantabro,
Allendelagua y como siempre acostumbro hacer fotos a las iglesias allá que
enfoco y disparo. Unos pasos más allá una campana reclama otra foto y ya
saliendo de Allendelagua Paulino haciendo alusión a la edad de cristo y los
kilómetros que faltan hasta Laredo, posa para la cámara.
Este nuevo teléfono que me han regalado.. Un IPhone, es una
maravilla, y aunque hace peores fotos que el HTC, para lo que el quiero me
sobra.
Flores y colgadores de ropa, son los decorados que acompañan
en el camino hasta Cerdigo, donde llegamos casi sin darnos cuenta. Un gran
mirado, con la casa de cultura y las cerámicas que los niños han colocado,
animan con sus formas colores nuestros
pasos, para seguir paseando entre mas flores, cementerios y vidas vividas de
casas y entornos que transitamos.
El camino nos lleva hasta la costa y con los preciosos
acantilados nos dejamos maravillar por lo brutal belleza que siempre produce
caminar junto al mar. Las cabras y cabritos no se espantan con nuestras
presencia, prueba que el camino es muy transitado.
Jon pega una voz, que por momentos nos alarma y luego con su
gesto apacigua. Han encontrado un lugar con champiñones silvestres que Txema
como buen conocedor de micología nos relata
sus características. Da gusto y lo repito a menudo, pero no me canso, caminar
con personas que sabe interpretar la naturaleza y sus vidas.
El camino, es ahora un sendero y al fondo ya avistamos la
localidad de Islares.
La iglesia con su reloj, nos conducen hasta el Bar de Elisa,
donde podemos comprar un pan con un pinta estupenda y que por ochenta y cinco céntimos
nos proporciona una autentica hogaza del pan mas tradicional. Ya casi nos estamos
relamiendo, por contar el tiempo que nos faltara para poder degustarle. Mientras
las formas de una ermita contrastan con unos bloques de cemento que resultan ser
las entradas de los túneles de la autopista.
Dejamos Islares al fondo, con su ballena y por la carretera nacional
y pertrechados con el quitamiedos llegamos hasta El Pontarron d Guriezo donde los
indicadores marcan un albergue y elegimos este para atacar al almuerzo y ese pan
que acabamos de comprar.
Casi una hora hablando y comiendo, también reponiendo fuerzas,
por que llevamos más de tres horas de caminata y el ritmo no es malo.
Retrocedemos sobre el camino para comenzar un ascenso que
nos subirá casi a los más de doscientos metros de desnivel prolongando que
presenta este camino. Mientras un viejo juguete de robot que seguro cumplió los
sueños de algún niño, nos devuelve a la infancia más tierna e ingenua, para
seguir creyendo que los reyes son los padres.
Paulino, siempre tiene en su conversación, presentes a sus
hijos y nietos. Se le nota que habla con orgullo y satisfacción, da gusto.
Rioseco, además de con su cartel nos recibe con unas “Rupertas”
que Chicho Ibáñez Serrados popularizara los viernes por la noche. Además otros
edificios y rincones tienen un buen valor visual que alegran y animan el
trayecto. Apenas abandonado esta localidad perteneciente a Guriezo, una granja
con gran variedad de patos, gallinas, y
un sin fin de animales, nos hacen pegar la nariz junto a su verja. Al poco se
nos acerca el lugareño que a la postre nos invitaría a pasar. Se llama Jacinto
San Emeterio y fue troquelista, ahora jubilado y con los deberes hechos por
haber ido a votar, nos muestra todo el zoo que tiene…aquí Pepe un loro gris que
habla, y Manolo un buen muy atento que no pierde detalle. También nos ofrece
con la ternura de un nacimiento un pequeño polluelo de canario que acaba de
llegar al mundo. Pero mientras los más de siete perros que zalameros por
nuestra presencia, reclaman caricias. Su amabilidad se agradece y con un buen apretón
de manos, le agradecemos su tiempo compartido. Gracias Jacinto, gracias…
Un cartel con la inscripción de La Magdalena, nos recibe
ahora con sol caliente y un montón de edificios singulares como este con torre
de castillo o esta iglesia con pinta de poco beata. Respiramos a fondo y
encaramos una subida, que por un camino complicado y lleno de grava y piedra
nos va quitando fuerzas que tras casi cinco horas no nos sobran. A medida que
ascendemos y cogemos altura, las vistas son más bonitas y estas laderas
cantabras llenas de ganado vacuno huelen a pasiego. Ya con ganas y cansado,
comenzamos el descenso oteando al fondo Liendo y sus numerosos barrios que
rodean. En la entrada el taller de un artesano y sus maderas, se entremezcla
con los ladridos de un joven pastor alemán que reclama otras caricias. La conclusión
que saco, es que los perros que hemos encontrado en este camino, están muy
necesitados de mimos y caricias. Este ladrido mas que de susto, es de reclamo y
con la docilidad de los perros nos acompaña unos metros hasta que Paulino le
recrimina para que vuelva a su casa.
Hemos llegado a Liendo al Barrio de Sopeña junto a la plaza
de toros y como todavía tenemos comida y hace hambre, utilizamos el primer
banco que vemos y con las viandas que nos quedan rematamos el picnic que nos
merecemos.
Isabel atenta como siempre, nos llama para ver donde nos
tiene que recoger para hacer las veces de taxista y acercarnos al lugar de
origen.
Me lo he pasado muy bien, he disfrutado una barbaridad por
la belleza del camino, los olores y sensaciones que han producido estos más de 26 kilómetros que
hemos recorrido. Gracias a Paulino que con sus comentarios y como escuchante de
lo que le contaba, caminaba conmigo. Gracias a Jon, por que me sigue haciendo reír
con sus comentarios y frases. Y gracias a Txema, por que con él, se aprende
aunque no te diga nada. Gracias..Muchas gracias chicos. Un beso Isabel.
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