Érase una vez una posada llamada "La Estrella de Plata". Su dueño hacía todo cuanto podía para cautivar una importante clientela. Se esforzaba en hacer de su posada un lugar confortable, en atender cordialmente a los clientes y cobrar precios razonables. Sin embargo, los clientes no llegaban.
Desesperado, acudió a un Sabio. El Sabio, tras escuchar su sincera pesadumbre, le dijo:
- La forma en que puedes revertir esta situación es muy sencilla. Cámbiale el nombre de la posada.
- ¡Imposible! - dijo el posadero. ¡Se ha llamado "La Estrella de Plata" durante generaciones, y así la conoce todo el país!
El Sabio siguió diciendo.
- A partir de ahora debes llamarla "Las Cinco Campanas"
- ¿Las cinco campanas? –preguntó sorprendido el dueño. ¿Qué clase de nombre es ese?
Finalmente, el Sabio pronunció con naturalidad:
- Debes además colgar seis campanas en la entrada.
- ¿Seis campanas? ¡Eso es absurdo! ¿Para qué va a servir?
El Sabio no dijo nada más.
Eran tan pobres y débiles las esperanzas que tenía, que el posadero decidió hacer exactamente lo pedido por el sabio.
Y esto fue lo que sucedió.
No había ningún viajero que, al pasar por delante de la posada, resistiera la tentación de hacer notar el terrible error que el dueño de la posada había cometido. ¡Llamar a un lugar “Las Cinco Campanas” y colgar seis en la entrada! Era una garrafal equivocación que no podía pasarse por alto.
Una vez que el viajero ingresaba al lugar, quedaba tan impresionado por la cordialidad, calidez y esmerado servicio que decidía alojarse en la posada.
Y así fue como con el tiempo, el dueño consiguió pagar todas sus deudas y ahorrar una pequeña fortuna recordando siempre que no hay nada que le brinde tanto placer al ego como corregir los errores de los demás.
miércoles, febrero 22, 2012
Cuento La Posada de las CINCO Campanas
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